Palabras. Brotan de mí, no sé el por qué, a veces siento que tengo que gritar algo y lo escribo. Surgen de pensamientos dispares, tal vez ellas son las que sirven de instrumento para dar lógica a tantas ideas que deben ser lanzadas a este mundo. Vuelan o caen sobre un papel -hoy más bien sobre una red 2.0-. Este blog es mi lienzo donde las palabras encuentran un lugar.
Llevo un tiempo pensando en esta decisión. Creo que es el momento de hacer un parón en este blog. Siento que es tiempo de escuchar, escucharme, leer, empaparme...Silenciarme de ruidos internos y externos para poner la mirada en otro lugar que no parta de mi yo.
"Palabra palabrita palabreta" ha estado marcado por meses sin actividad, siempre por silencios interiores. Esta vez es un silencio meditado y elegido.
Siento que hay cambios interiores que me encantaría saber plasmar entre letras. Mi vida cobra sentido en los matices y últimamente siento que no consigo escribir lo que me inunda por dentro. Ojalá este también sea un otoño de letras. Nos volveremos a encontrar entre palabras.
[He comenzado una serie de reflexiones que tienen un mismo hilo conductor, una emoción compartida. Todas ellas están ilustradas por obras de la colección "Rostros femeninos" de David Walker. Rostros que surgen del caos de los colores, palabras que nacen del caos de mis sentimientos.] Sonrío. Sonrío.
Sonrío.
Me emociono.
Sí. Así. Sin más.
Bailo entre sueños
que dibujo en mí para mantenerme viva. Soy feliz cuando mis sueños son aquí y
ahora. Día a día, sonrisa a sonrisa, paso a paso hacia aquel futuro sembrado de
más sueños.
Sueños infinitos
que son raíz y también la punta de la hoja más alta de mi copa. Sueños
moldeados en torno a una razón de ser. Estoy hecha de “ilusiones tan vivas y
sonrientes”. Me siento pequeña en mi Sueño, a la vez siento que soy infinita en
la magia de soñar y sembrar en mi alma.
Me pregunto si los
sueños son creaciones o regalos. Intuyo mi respuesta y sonrío una vez más.
Fortuna inmensa soñar y poder tejer caminos hacia horizontes propios que
siempre terminan siendo compartidos.
No somos eternos.
Ninguno de nosotros lo somos, tú tampoco. Partiste demasiado pronto, marchaste
de una manera fugaz sin previo aviso, o tal vez sí, ese pequeño aviso que fue
invisible para mí.
Jamás llegué a
conocerte, pero eras un detalle que marcabas la diferencia en mi rutina. Allí
estabas en cada clase de yoga con tu sonrisa perenne, tu entusiasmo contenido,
tu esfuerzo diario y tu alegría desbordante. Después supe de tu historia, un
enfermero que un día, sin elegirlo, su vida cambió para siempre. Tu vida
truncada continuó y tu aparente felicidad tenía mucha frustración −tal vez−.
En mis peores días, ahí
estaba tu sonrisa y tu alegría, nos saludabas a todos con tu ilusión constante.
Un día dejaste de venir
por depresión y ya nunca más has vuelto a la clase de yoga. Aunque ya no
vengas, esas cuatro paredes y el ambiente se quedan con tu alegría eterna y tu
lucha de vida incansable, a pesar de que un día esta lucha se apagó.
Hoy atesoro lo que he
aprendido de ti. Me quedo con tus ganas, que así a tu manera, es una actitud de
vida. Me quedo con tu sonrisa que la recordaré como una de las más sinceras. Me
quedo con tu luz y con la certeza que no puedo juzgar a una persona sin conocer
su historia, detrás siempre hay tanta vida que escuchar…
No se puede hablar de
las personas con discapacidad como un colectivo sin más, todos en un mismo
saco. Cada uno tenéis una historia, una vida con un pasado que aceptar y seguir
viviendo. Qué difícil ponerse en la piel de cualquiera de vosotros, todos tan
diferentes y todos maestros de vida. Quedan miles de pasos para avanzar hacia
la inclusión y la convivencia. Sueño que algún día sea una realidad.
Ojalá estuvieras aquí.
Ojala pudiéramos compartir esos ratos de vida entre posturas y respiraciones
que sanan por dentro. Estoy segura que ahora eres un enfermero en el Cielo que
sigues curando a todos con tus sonrisas y abrazos.
"No hay discapacidad más grande en el mundo que la incapacidad
de ver en alguien más de lo que ves superficialmente".
Hoy sueño con romper cada jaula interna. Antes las abrí, pero no era suficiente. Desdibujar barrotes que encarcelan libertad. Hay miedos, ideas y juicios que son -sin sentido-. Ojalá se rompan en mil añicos.
Cerrar los ojos y mirarme hacia dentro. Sentir que la libertad es una explosión de colores que eclosiona en mis entrañas. Nada puede detener a lo salvaje. Sonrío, intuyo que camino más ligera sin cadenas que me amarran al abismo de la realidad que aplastante se impone. Más allá, el horizonte, el cielo, el rayo de luz...lo invisible cobra vida en mí.
La vida cobra sentido en el instante. Un destello pequeño que crece dentro. El detalle viaja por la piel y entra en la mirada. La luz se respira. La brisa se siente en la sonrisa.
La montaña es amiga de las nubes. El horizonte baila junto al sol. Las hojas otoñales besan el suelo. Los pájaros ríen en las ramas. Las hormigas susurran a la tierra. Las arañas cantan mientras tejen.
El detalle vive en lo invisible. Lo esencial es ser en el encuentro. Encontrar la belleza. Sentir que se mira desde el alma. Maneras de amar y ser junto a la vida.
Somos más que una historia a medias.
Somos una eternidad en una mota de polvo.
Somos vida entre Tierra y Cielo.
Somos alas que exploran los confines del alma.
Somos llanto y risa,
marionetas de emociones.
Somos golondrina y buitre,
las alas del egoísmo se expanden rápido.
Somos ventana y puerta,
abierta y cerrada.
Somos otoño,
los recuerdos del verano
emigran de nuestras ramas,
siempre permanece en la cabeza
cada vivencia perenne.
Somos el secreto que habita en los labios,
pero no salta al vacío.
Somos fugaces. Los sentimientos sin cimientos son fugaces y las emociones como pompas de jabón, también lo son.
El tiempo es fugaz, cada segundo entre tic y tac se rompe en mil pedazos.
La fugacidad es la razón que me mantiene esperanzada.Me regala la valentía para decidir en mi vida. Solo tengo esta oportunidad para vivir. La vida nos surca cada día, nosotros sin saber que el futuro es espejismo, solo tenemos presente, donde soñar, ser y vivir.
La vida pasa como un parpadeo en todo el tiempo que existe. La vida, fugaz, recorre el cielo de nuestra alma. Vida, ocurres sin darnos cuenta.
"Las estrellas dicen que los fugaces somos nosotros"
Este verano he
tenido la suerte de vivir una gran experiencia social que me ha removido,
emocionado y me ha enseñado mucho. Quiero compartir un detalle que me ha hecho
reflexionar.
Al final de la
experiencia una mujer que vive en un centro de acogida* me regaló unos pendientes hechos por ella. Cada uno tenía una
piedra roja ovalada acompaña de dos pequeñas perlas en cada extremo. Me los he
puesto un par de veces y cada vez que los veo en mi joyero me acuerdo de
ella.
Un día de este
verano, un pendiente se me cayó al suelo y la piedra roja se partió. Apenada,
intenté repararla y lo único que conseguí es que esa piedra perdiera su pintura a
causa del pegamento rápido.
El último día de
agosto, volví para hacer visita a aquel lugar lleno de luz y magia. Le conté a esta mujer lo que me había ocurrido y
ella insistió en regalarme otros, a pesar de mi insistencia de que no era
necesario.
Esta tarde vi los
pendientes rojos y he sonreído. Me he quedado un rato mirándolos y he pensado
que los pendientes son como las oportunidades en la vida. A veces me brindan
una oportunidad que yo desaprovecho y rompo en mil añicos con el riesgo de que
no vuelvan a darme otra. Ahora que tengo unos segundos pendientes, me ha
hecho valorar más a los primeros y sobre todo, cuidar con más delicadeza y mimo
a los segundos.
Cuando una oportunidad
se escapa de mis manos, llegan los sentimientos de culpa, tristeza y
frustración. Cuando llega la segunda, tengo mucho más que antes, ahora tengo
una oportunidad y el aprendizaje de que es necesario valorar lo que se tiene en
el momento que está en mi vida, no cuando se ha perdido.
Gracias gran mujer
por tu testimonio de vida, por tu acogida constante, tu generosidad sin límites
y tu sonrisa perenne. Gracias queridos pendientes por ser cómplices de esta
reflexión.
*[No
aparece su nombre ni datos personales para guardar su anonimato.]
que tu lectura, te recomiendo que vuelvas a escucharla.
Escribí estas palabra con esta canción en bucle).
“Un líquido es un estado de la materia
sin una forma particular.
Cambia fácilmente y solo queda definido
por el recipiente que lo contiene.
El cuerpo humano es un 70% de agua”.
Quiero saber si es agua lo que habita mi
cuerpo, quiero saber si es sangre lo que se desliza por mis venas. Quiero saber
que se esconde dentro de mí. Solo sé que soy líquido.
Mi piel encierra secretos que no entienden de
agua, de sangre, de yodo ni sal. Mi piel está cubierta de una capa líquida de
ilusión contenida.
Soy cada sueño que dejo ser en mí, cada sonrisa
que regalo hacia fuera, cada lugar en el que he sido feliz, cada noche bajo las
sábanas sin poder dormir.
Soy vida líquida que se transforma en cada
momento. Metamorfosis necesaria para vivir, para encontrarse, sobre todo, para
sobrevivir. Me estanco las veces necesarias, no puedo permitirme parar como decisión
propia.
Vuelo, salto y ando. Corro, nado y me arrastro.
Me hundo y salgo a flote. Me caigo y me levanto. Soy porque sueño. Soy porque
decido soñar. Soy porque vivo. Soy porque decido vivir.
Soy decisión constante: permanecer, viajar,
huir, caminar, volar… son acciones nacidas de una decisión previa. Antesala del
destino, en mis manos tengo mi vida para decidir qué hacer con ella. Tanto
quedarse como partir requiere discernir o una intuición impulsiva, a veces
cuando vuela la moneda, antes de saber si será cara o cruz, estoy deseando ver
uno de sus lados, en ese instante, ya tengo la respuesta. Otras veces es mucho
más complejo, no solo hay dos desvíos puede haber cientos y la duda y el miedo
son malos compañeros de la decisión continua.
Para mí vivir es un regalo, una suerte, un
tesoro. No puedo atesorar mi regalo porque guardarlo es perderlo. Necesito vivir,
experimentar, arriesgar, solo así descubriré mi lugar y mi misión en este
mundo.
Tras pasos andados tengo una dirección tomada,
pero queda mucho por andar, por hallar, por disfrutar y por sufrir. Quedan
momentos por vivir y desiertos que recorrer, abismos de los que salir y oasis
donde descansar. La vida, así, simple y compleja, según como quiera moldear mi
vasija de barro. Manos con arcilla, ropa amarronada, solo así, viviendo.
Soy líquido. Líquido de mil sustancias perennes
y mil sustancias efímeras. Líquido que compartir, que decidir cómo y dónde
compartirlo. Líquido de sueños, de instantes y pensamientos. Líquido de vida.
Hay días que desgarrada por dentro, me siento frágil, ajena a mi vida, manejada por hilos, derrotada y vencida. Cuando sé que en mi vida ni controlo ni decido.
Esos días me refugio en mis sueños, fantasías, otros mundos. Me refugio en mí e irremediablemente me aíslo de lo demás, como manera protectora, como venda para mis heridas, sin saber que una venda también puede infectar la herida abierta y sangrante.
Esos días, las palabras no brotan, me rodea una inexpresividad peligrosa -para mí-, sin saber que siempre expreso, aún con el rostro bajo y los sentimientos decaídos.
¿Qué me queda en esos días? A pesar de todo, invisible y silenciosa, mi identidad vive en mí, mis valores en mis pies, raíces construidas desde cada experiencia, desde mí. Allá fuera nada se ve, sin embargo, una voz interna me susurra que a pesar de todos los huracanes y desiertos siempre seguiré siendo quien soy. Tal vez, este susurro es consuelo y resiliencia. Esperanza nutrida en que mi vida a medias solo sea autoconcepto.
"No mires al espejo, mírame a mí. Estás preciosa. Dale una tregua a tus pensamientos. No hay más opciones que esta, solo una frase puede sonar en tu cabeza: eres jodidamente perfecta. La felicidad no se esconde tras unos kilos menos".
Hasta cuándo me pregunto. Estoy cansada de esta sociedad que nos bombardea para seguir el ritmo que nos marca. Estoy cansada que, en ocasiones, coma con remordimientos o tener culpabilidad por no hacer deporte. Ojalá nos fuéramos cada día a la cama pensando: “Hoy vi mucho la tele y no leí nada” en vez de, “hoy comí mucho y no hice nada de deporte” y con un sentimiento de decepción con uno mismo y una culpa de la que se instala fuerte. Cansada de publicidad de cuerpos perfectos y productos de belleza imposible, ojalá que la televisión publicitara libros y sintiéramos la necesidad de ir a comprarlos en rebajas como si se nos fuera la vida en ello. Cansada de influencers que atosigan las redes sociales, para influenciarnos a consumir, a cuidarnos y a llevar una vida perfecta para exponer en redes sociales, como un producto más.
Ojalá más coherencia, pensamiento crítico y educación en torno a todo lo subliminal que esconde nuestra sociedad, los pequeños creen que esta es la única realidad y mayores juegan a formar parte de ello, de manera automática e inconsciente, y aún así nos sorprende que cada vez haya más personas acomplejadas y sin confianza en ellas mismas, las cifras de acoso escolar se disparan…vivimos en la sociedad en la que se castiga "lo diferente", los atributos físicos que se etiquetan como fuera de “lo normal”, se castiga con el desprecio, la risa burlona, la mirada juiciosa, la indiferencia que aísla, el rechazo feroz…
Llagará el día que el tiempo nos enseñe que con su viaje fugaz no nos queda más que el alma, cada aprendizaje, experiencia, viaje, cada enseñanza, que un día, un libro nos dejó dentro. Un rayo de luz tras cada detalle que nos abre un poco más la mirada. Ni rastro de “belleza ideal”, cuerpazo, montones de ropa de temporada, outfits ni productos de última generación que ya quedaron anticuados. Llegará el día en el solo quede el espejo, mi reflejo y yo y me preguntaré qué tengo, sonreiré y corregiré la pregunta, quién soy. Lo que se guarda en el alma alimenta mi ser, lo que acumulan mis manos engrandece mi tener.
“La verás brillar entre sombras y también, descansar en ellas. La verás menguar, reír y crecer sin que nada ni nadie pueda quitarle lo completa”. ~Alejandro Dathe
"Mi alma entera es un grito, y toda mi obra es el comentario de ese grito".
Existe una sensación mágica que impregna el alma y colorea el corazón de un verde intenso como la hierba mojada por la lluvia.
Sentir que el camino tiene un destino increíble, sin olvidar que el trayecto es el regalo que llamamos vida.
Sentir que la vida es un lugar donde se fracasa nos caemos , pero siempre se puede remontar el vuelo. Primero con dificultad, para después planear y surcar el cielo.
Sentir que un rayo verde -como el primero del amanecer- existe e ilumina mi historia durante un segundo, suficiente para caminar con la cabeza alta, los sueños enraizados, la fuerza desde el alma y la sonrisa desplegada como paracaídas emocional.
Sentir esperanza es paisaje verde -tal vez del Norte-, aún en la oscuridad, tengo un tesoro dentro. Guardo el color que me ancla en mi vida, me alienta y me transforma. Razón de ser. Esperanza que moldea y mi vida sigue siendo imperfecta pero ahora es un lugar más sereno.
Acoger. Esa palabra que no paramos de oír. Hoy me ha hecho reflexionar.
Vivimos en la sociedad de "coger". Coger la idea al vuelo, coger la oportunidad, coger el móvil...Requiere una acción, en ocasiones "apropiarse de", sujetar, encadenarse algo entre los dedos.
En cambio acoger es todo lo contrario, es una situación que surge desde la espera, en la que es el otro el que acude, tal vez aquí la única acción sea abrir el corazón, los brazos o las comisuras de los labios. Acoger al hermano, al niño, al extraño, acoger la mirada, la tristeza o la soledad del otro. Acoger desde la serenidad, desde la incertidumbre, desde la paz, desde el convencimiento. Acoger es un abrazo desde el alma.
La acogida requiere apertura y perspectiva. Es posible desde la caída de los prejuicios y los presentimientos. La acogida es un reto y a veces, un miedo. Es aventura, mar de dudas. La acogida es un acto de generosidad y fe, enraízado en valores y el carisma propio, en la que parte de lo creemos y pensamos se pone en segundo plano, para que al frente quede la actitud de acogida.
Una actitud que en un principio está repleta de interrogantes, pero esta vez, como en muchas otras, la respuesta es amor.
Que sé yo de la vida, me pregunto, qué sé yo de esta locura que cada día se me escapa entre los dedos, sin tiempo para aprender que esto va en serio. Va en serio porque solo tenemos esta oportunidad, vivir lo es todo, sin esto, ¿qué somos?, no podemos saber que nos deparará. Va en serio porque el tiempo encierra el mayor misterio, ni retrocede ni avanza a diferentes velocidades. Cada segundo pausado, uno tras otro, como notas musicales de la melodía que escucho.
Una vida que llenar con momentos, experiencias y sobre todo, personas. Una vida con tantas sorpresas, contratiempos, maravillas, ilusiones, caídas, sueños…Una vida que fugaz avanza hacia el futuro.
Cuantas veces me gustaría conversar con el reloj para pedirle que a veces se detenga y otras, unos segundos-negras se conviertan en semicorcheas. Como me gustaría susurrarte cada momento del pasado que volvería para cometer un error menos. Pero luego recapacito, cada uno de ellos me han moldeado y enseñado que la vida es un papel continuo sin cortes ni borradores y cada error con un “perdón” a tiempo y un aprendizaje, es un valioso tesoro que guardar.
Qué sé yo de la vida, me pregunto, solo sé que llevo un aprendizaje que me gusta tener presente para valorar a las personas que me rodean. Vida, me has enseñado que una de las experiencias más bellas es ver crecer a esas personas, un crecer interno del alma como semilla que un día germinó y solo el tiempo ha hecho de esa pequeña gota de vida en un árbol enraizado, con ramas gruesas y copa espesa que es cobijo para otras personas, también para mí. Qué bonito es ver a una amiga que conocí siendo niña y ahora es mujer con tanto interior que al contemplar el cambio que el tiempo ha fraguado en ella, solo puedo sorprenderme ante esta obra de arte. También me maravilla ver arrugas en rostros de personas que son pilar y cobijo desde siempre. Marcas de vida, surcos de aprendizajes, recuerdos de tantas risas y sonrisas que quedan en la piel guardados entre pliegues, señales que desbordan vida. Siempre vida.
Qué sé yo de la vida, me pregunto, mientras tanto sigo viviendo, soñando fuerte, intentando llenar cada día y llenarme por dentro, cuidando mi árbol que complejo no entiendo. Pero creo que no se trata de comprender la vida, sino de intuir pinceladas de verdad que den sentido a esto que llamamos vivir. No sé mucho, pero lo que aprendí es que amar es la respuesta de tantos interrogantes vitales que han ido surgiendo en estos años que llevo caminando. Amar, no solo a los seres queridos, que a veces es el mayor reto de amor porque descuido que no son eternos y amar es paciencia y esmero, delicadeza y mano tendida. Amar. Amar, también, al que menos amor tiene dentro como acto de valentía y milagro que me enlaza por dentro y hace cicatrizar heridas propias que solo el amor, el tiempo y la vida son capaces de sanar. Magia vital. Magia que me emociona porque débil y pequeña comprendo que no hay límite más grande que el miedo. El antónimo del miedo es el amor.
Qué sé yo de la vida, me pregunto, cuanto queda por andar, por volar y por soñar. Cuanto queda, siempre espero que mucho. Cierro los ojos, me dejo viajar a mi pasado, con los ojos cerrados he vuelto a patios de colegio con amigos, a mesas grandes con familiares, a la playa con el sol bajo y a lugares que fugaces me marcaron. Cuanto andado, volado y soñado. Aún con los ojos cerrados, sonrío. Vida, te agradezco que me acompañes cada día, siendo complice de mis caídas y subidas, que paciente enseñas y silenciosa esperas, mientras esté en ti, tú serás mi esperanza ya que siempre sorprendes, de que vales la pena, que siempre perdonas y das una nueva oportunidad como el sol que brota del horizonte y para después caer de nuevo a otro horizonte. Así cada día. Vida, seguiré viajando de horizonte en horizonte, volando para surcarte, soñando y soñando, regando mis raíces, cuidando mi tronco, mis ramas, mis hojas, mis frutos.
Qué se yo de la vida me pregunto, solo sé que vivirte es el mejor regalo.
Ya no quedan más
miedos que crear, no quedan silencios que llenar, ni ruidos que callar. Queda
un espejo y mi reflejo, queda la esperanza de que las luces devoren a las
sombras -una vez más-, pero aún así doy gracias a cada sombra que me hace
crecer, a la oscuridad aplastante y fría, la ausencia, el vacío y la inmensidad
del abismo, el horizonte gélido como hielo resbaladizo de una vasta llanura. Son
semillas -aparentemente- muertas, que siempre acaban por florecer, surgiendo esa
pequeña rama de luz.
Comprender que la
oscuridad fortalece desde el interior, que se resquebraja en pedazos de mí,
pero siempre me reconstruyo con el orgullo de ser un poco mejor, más valiente,
más curtida, más verdad.
Vivo aprendiendo a
dar el grito que rompe el eco y a crear el silencio que serena la tempestad.
Sonrío porque sé
que avanzo, camino, crezco, soy y VIVO.
“El complejo baile entre luces y
sombras en el que todas las vidas se mueven.”
Tal vez la vida sepa dar señales para orientar si se anda el camino correcto. Pero la mirada no sabe interpretar la sutileza de cada señal y solo la intuición puede ver más allá.
Hace poco leí que el amor es el único puente que une lo visible y lo invisible. Esta frase anidó en mi cabeza y sentí que la única certeza que tengo es que no existe una intuición más auténtica que la que se siente desde el amor.
El amor de base enraizado en los valores, en la identidad y la historia de vida. El amor que silencioso permanece y con la experiencia crece y madura. Se transforma y se criba eliminando piedras como falsos conceptos, cadenas y espejismos. El amor que serena y es cimiento para dejar posar los sueños que el tiempo moldea y concreta. El amor que es dado como un don y que desde la pequeñez y el agradecimiento creo que es vital ofrecerlo al otro, sin condiciones, sin prejuicios, sin pretensiones. Qué difícil esto. En este punto comprendo que aprender a amar es el camino que se recorre toda la vida.
Cada persona tiene un poso de miseria. Que se filtra en lo más profundo y pretendemos esconder, pero cuando el alma se desnuda, las miserias también. Lo ruin atormenta y hiere. A pesar de todo, permanece.
Pero también, tras cada persona hay luz, que anida dentro, muy dentro, y espera paciente para salir, atravesando capas y reflejarse en otros. Capas que se disuelven, capas que opacas y gruesas no dejan que la luz cruce. Capas que tal vez se llamen tristeza, miedo, ira.
Las miserias pueden envolver la luz, pero un hilo de esperanza me hace creer que la luz es más potente, más grande. La luz vence a la oscuridad humana, hoy y siempre.
La fuerza se esconde, pero sé que aún siendo invisible se
encuentra en una sonrisa, una mano tendida o un abrazo sincero.
La fuerza que a veces se encuentra en el silencio en la
búsqueda de la serenidad, se prolonga un instante en mi tiempo. Pero, tal vez
consista en abrazar el instante.
La fuerza renace a veces desde el alma, en un lugar muy
dentro, oscuro y frío, pero en esas condiciones nace un punto de luz, un hilo
de fuerza que potente se expande.
La fuerza brota, desaparece, salta, brilla, se difumina
entre sombras, entre paredes, entre fantasmas internos en el laberinto que he
creado en mis entrañas, donde ser es difícil pero permanente, es complejo pero
sincero. La fuerza, tan única como inexplicable.