Querida felicidad:
De nuevo me dirijo a ti para expresarte mi sentir más auténtico, quizás me quede por el camino, pero cada paso de este recorrido es un paso de consciencia necesario y experimentado.
A veces te tengo sobre mis manos. Te miro, te siento, pero... ¿soy realmente consciente de tu presencia? Con esta duda camino y caigo en la cuenta de que a veces no soy capaz de digerirte. Sí, creo que deberías ser digerida, al igual que el dolor, el miedo o el fracaso.
No puedo buscarte, pues tú no entras en esta dinámica. Yo lo que deseo es plantarte, seleccionar con cuidado semillas de vida, alegría, amor y belleza. Sembrar estas semillas en tierra fértil -menos a la semilla vida que la pondré en el rompeolas-. Te regaré con cariño y dejaré que seas a tu manera, que crezcas a tu tempo, que respires la libertad de crearte desde tu interior.
Tal vez, tu esencia sea fluir y mi esencia sea abrazarte. Ahora quiero contemplarte, admirarte y agradecer tu presencia.
P.D: No fui capaz de elegir el destino de la semilla vida.
Con amor,
Elena
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