Querida felicidad:
Te escribo esta carta sin pretensiones firmes, no pretendo buscarte mientras te escribo (aunque escribir me hace feliz), no pretendo arrinconarte en la esquina de este papel ni siquiera pretendo encontrarte y celebrarte como tesoro ansiado.
Te escribo para recorrerte, pensarte, mirarte... dejarte ser.
Felicidad, empiezas por fe. No es detalle insignificante en mi historia de vida. Fe caminada, sentida, amada.
Felicidad, no te puedo agarrar entre mis dedos, no puedo aprisionarte en mí. Vives libre, fluyes, bailas.
Felicidad, no me atrevo a describirte porque eres inmensa y te escapas por cada hueco, grieta, arruga.
Felicidad, te escapas mientras te pienso, te pienso mientras resbalas, resbalas mientras te diviertes por un tobogán infinito.
Felicidad, podría decir tanto de ti, pero me conformo con respirarte y saber que habitas en silencios, melodías y gritos de alegría.
Felicidad, aquí termino esta carta, he intentado dibujarte con una pluma única, mi pluma.
Gracias por tanto, felicidad.
Nos seguimos encontrando.
Con amor,
Elena
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