Al final de la
experiencia una mujer que vive en un centro de acogida* me regaló unos pendientes hechos por ella. Cada uno tenía una
piedra roja ovalada acompaña de dos pequeñas perlas en cada extremo. Me los he
puesto un par de veces y cada vez que los veo en mi joyero me acuerdo de
ella.
Un día de este
verano, un pendiente se me cayó al suelo y la piedra roja se partió. Apenada,
intenté repararla y lo único que conseguí es que esa piedra perdiera su pintura a
causa del pegamento rápido.
El último día de
agosto, volví para hacer visita a aquel lugar lleno de luz y magia. Le conté a esta mujer lo que me había ocurrido y
ella insistió en regalarme otros, a pesar de mi insistencia de que no era
necesario.
Esta tarde vi los
pendientes rojos y he sonreído. Me he quedado un rato mirándolos y he pensado
que los pendientes son como las oportunidades en la vida. A veces me brindan
una oportunidad que yo desaprovecho y rompo en mil añicos con el riesgo de que
no vuelvan a darme otra. Ahora que tengo unos segundos pendientes, me ha
hecho valorar más a los primeros y sobre todo, cuidar con más delicadeza y mimo
a los segundos.
Cuando una oportunidad
se escapa de mis manos, llegan los sentimientos de culpa, tristeza y
frustración. Cuando llega la segunda, tengo mucho más que antes, ahora tengo
una oportunidad y el aprendizaje de que es necesario valorar lo que se tiene en
el momento que está en mi vida, no cuando se ha perdido.
Gracias gran mujer
por tu testimonio de vida, por tu acogida constante, tu generosidad sin límites
y tu sonrisa perenne. Gracias queridos pendientes por ser cómplices de esta
reflexión.
"La belleza no mira, solo es mirada"
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