domingo, 10 de septiembre de 2023

EL CORAZÓN LLENO DE NOMBRES


Manuel. Felisa. Gloria. Petronila. Juana. Crisanta. Lucía. Leticia. Anunciación. José Ángel. Isaías. Josefina. Aarón. Jacinta. Jacinto. Carlota. Atenea. Gaspar. Jose Daniel. Dina. Casilda.

Todos los días son muchos los rostros que aparecen, las personas con las que me encuentro. Hasta hoy, la mayoría de encuentros son fugaces, intercambiamos algunas palabras y poco más.

Algo que forma parte de mi día a día es el desconocimiento. Esta semana ha comenzado el colegio y he conocido a algunos alumnos de ESBA (ESO en España), no tengo ni idea de las historias que hay detrás de cada joven. ¿Tendrán una familia donde sean queridos? ¿Tendrán a ambos padres? ¿Vivirán con otros familiares? ¿Cómo serán sus casas? ¿Vivirán en una situación de pobreza? Hablando sobre esto con Martha, me comentaba que más de la mitad de los alumnos del colegio tienen problemas familiares, y a lo largo de estos días han sido varios los comentarios de personas que no podían pagar la escolaridad o la cuota del internado. Muchos de los niños y jóvenes del colegio viven solo con la madre, o no viven con sus padres. Hay mucho que desconozco, ante esto solo puedo esperar, poco a poco, iré conociendo. Las historias de sufrimiento me interpelan y desgarran, la pobreza es tremendamente triste, las historias familiares difíciles son muy complejas.
Esta es la realidad en otro lugar del mundo, lo que en otros países es una realidad que existe, pero de manera minoritaria, aquí está muy extendida. Y duele, conocer de cerca estas historias me ayudan a recordar mi suerte de haber crecido en una familia estable, con amor, sin problemas económicos, con muchísimos privilegios. Hoy quiero compartir una historia que sí he podido conocer con más profundidad.

Ayer por la tarde fuimos de visita a casa de Casilda, ella es la cocinera de la casa de las religiosas con las que vivo. Estaba cerca de nuestra casa. Llegamos hasta un restaurante y se terminó el asfalto, comenzamos a caminar por un camino de tierra, se oía el sonido de botellas de plástico, un grupo de unos 30 niños de todas las edades jugaban en la calle. Seguimos caminando y el camino se estrechaba, cada vez más piedras y barro, comenzamos a descender por un camino difícil como si fuera pleno campo. Pronto llegamos a casa de Casilda, una casa muy pequeña con techo de chapa, nada más entrar ya estábamos en el salón, todo muy humilde, una televisión antigua, todo muy limpio. Casilda tiene 5 hijas, está divorciada porque su marido la dejó porque no tuvieron ningún hijo varón. Hablamos con ella y nos contó el accidente que tuvo este verano, se prendió el fogón y se quemó todo su cuerpo menos sus piernas, nos enseñó imágenes de sus días en el hospital, todo el cuerpo lleno de quemaduras, se podía ver que se estaba recuperando mucho, ahora su cara y un brazo están casi bien y tiene un brazo vendado. Nos contaba su dolor diario, no puede dormir, pero estaba agradecida a Dios por seguir viva. Realmente es un milagro que esté viva.

Cuando íbamos a irnos, Eucharia llamó a las hijas y sobrina de Casilda que estaban en la cocina y todas juntas oramos. En este rato de oración, cantamos la canción "Dios está aquí, tan cierto como el aire que respiro", se me sobrecogió el corazón, en un lugar perdido del planeta un grupo de mujeres y jóvenes orábamos a un Dios que nos ama, en un lugar de pobreza, ante una historia de tanto sufrimiento. Solo podía callar y admirar la grandeza de la fe.


Al final del camino me dirán: —¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres. 
~Pedro Casaldáliga

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