La magia del encuentro.
Esa magia que se transforma, pero jamás desaparece. Las sonrisas ahora son
miradas y los abrazos ahora son… tal vez sean insustituibles. Abrazar es ser
junto al otro de una manera especial es poner el corazón junto con otro corazón,
es un acto valiente abrazar de verdad, permitirse hacer una fusión entre dos
personas, es compartir espacio, compartir tiempo, compartir sentires.
Una vez leí: “Hay un
traje que se amolda a todos los cuerpos: un abrazo”. Nada más nacer mi madre me
abrazó con su alma y muchísimo amor, sin saber que aquel fue mi primer abrazo y
tal vez el más mágico que jamás me han dado. Crecí y un día abracé a alguien sin
ser consciente que estaba dando mi primer abrazo con mis pequeños brazos
abiertos y rodeando a otro ser, no necesité poner palabras a un acto tan humano
e instintivo como es el abrazo, pero… paremos un momento. ¿Yo habría abrazado
si hubiera nacido y crecido en un ambiente sin amor ni cuidados? ¿Habría
abrazado si nadie me hubiera abrazado primero a mí? Puede que el abrazo no
suceda si no está presente el amor. El amor da sentido y nos acerca a otras
personas en el encuentro diario, en el encuentro fortuito, en el encuentro
ocasional, en el encuentro esperado.
Vivimos de encuentro en
encuentro, y a veces no valoro la esencia de cada uno de ellos. La magia que
brota, la luz que surge, la energía que flota. Todo esto se aterriza en la
sonrisa, la mirada, la caricia, el abrazo. La magia es más magia cuando es
sentida, valorada y abrazada.