viernes, 11 de marzo de 2016

LA FIESTA DE LAS PALABRAS ROTAS

Hoy este blog cumple 4 años, un tiempo en el que he crecido como persona y espero que la madurez que da la vida se hayan notado en mis palabras compartidas. Por ser un día especial, me apetece publicar un relato que escribí el pasado verano, hacía mucho tiempo que no escribía una historia. Espero que disfrutes de la fiesta de las palabras rotas.

LA FIESTA DE LAS PALABRAS ROTAS

Reviso por última vez la nueva entrada que subiré a mi blog.

Dos mundos. Dos realidades.
Cada vez son más los días que llego a mi casa  pensando que las ciudades se están convirtiendo en espacios capitalistas deshumanizados. Mareas de consumidores que buscan la tendencia de la temporada, mareas de trabajadores acelerados, mareas de turistas intentando capturar la mejor fotografía…me cuesta ver personas que llevan otro ritmo, una sonrisa y que simplemente pasean.
Hay días en los que no escucho un “buenos días” o un “gracias”. La imagen más repetida: una persona mirando su móvil, incluso en compañía. Cada vez son más y más las personas encadenadas a ellos, presos en una pantalla de emoticonos, tuits y caramelos de colores. Sólo veo gente con prisa, personas pidiendo limosna, otros rebuscando en la basura y todos indiferentes. Esto se ha convertido en el ”espectáculo” diario. Ya nada sorprende en este mundo de extravagancias y contrastes.
Qué ha sido de esa gente que solía leer un libro en el autobús, de las conversaciones con el vecino o del intercambio de recetas mientras se tendía la ropa. Todo esto parece haber quedado atrás hace tiempo, pasando de la cotidianeidad a la excepcionalidad.

Llego a casa, enciendo la tele y pongo el telediario. A la orden del día: nuevo caso de corrupción, crecimiento negativo de la Bolsa, desmantelamiento de una banda de narcotraficantes, llegada de una patera a la costa…Y así un día tras otro, es como una historia sin fin que se ha quedado anclada en el nudo de la narración y nunca llega el desenlace que nos gustaría escuchar. El informativo no es más que una agrupación de los problemas más mediáticos. Todo lo lejano y tristemente cotidiano como las guerras civiles en África o la hambruna, se hacen invisibles para aquellos que deciden vendarse los ojos, sentarse delante de la “caja tonta” y creer que lo que se cuenta es la verdad absoluta y se trata de la mejor selección de hechos acontecidos en el mundo.

Es desolador  ese momento de  desesperanza cuando los jóvenes miramos a nuestro alrededor y nos percatamos en lo que se ha convertido el planeta: una sociedad centrada en el consumo, la comida y la imagen corporal −ya sea el peso o bien músculos−, un mundo sin escrúpulos y unos gobiernos e instituciones movidos por cifras descomunales de dinero que ni siquiera somos capaces de materializar con todo el papel-moneda existente.

Cuando pienso en todo lo que  nos hemos convertido ya no soy capaz de identificar un único planeta, ahora veo dos: uno, el físico, el que se va deteriorando con el cambio climático y otro, el planeta virtual que se ha creado a través de ondas y antenas, wifis y cables, con unos continentes llamados redes sociales en los que cada habitante intenta aparentar tener una gran vida, reuniendo en su muro los mejores paisajes, sus increíbles posados y sus apetecibles manjares. Los otros ciudadanos de su entorno virtual clickan “me gusta”, “like”, “retuit” y “fav”, y alimentan el ego del propietario de esa foto. Parece que hay personas que ya no viven para disfrutar, sino más bien para construir sus perfiles y crear una identidad más o menos distante de la realidad con una consecución de momentos pintados con filtros y palabras bonitas o frases −supuestamente− filosóficas y así poco a poco aumenta el marcador invisible llamado “postureo”.

¿Esto es felicidad? Lo siento pero yo no comparto la dinámica de este planeta virtual: yo me quedo con los bosques, playas y campos del planeta físico y también prefiero tomarme un café con una persona antes que hablar por WhatsApp con un desconocido que me dio su número por una de tantas de las redes de contactos que existen.

Vive y ríe, habla o canta y por favor comparte tu vida en este planeta llamado Tierra. No olvides el valor de las miradas, la calidez de un abrazo, la caricia sobre la piel y el sonido de un beso.

Clicko en publicar.

Recibo una notificación del facebook, es un evento llamado la Fiesta de las Palabras Rotas, leo  la descripción que dice:
El próximo 19 de agosto, día mundial de la asistencia humanitaria, queremos humanizar un poco nuestra ciudad, a través de un acto simbólico y esperamos obtener resultados y marcar la diferencia con las pequeñas acciones, que son las que mejoran las escenas difíciles que se repiten a diario a nuestro alrededor.
Lo único que tienes que traer es una carta reivindicativa exponiendo problemas locales nacionales o mundiales.
Nada más, nos vemos en la plaza Nelson Mandela, creemos que no hay mejor lugar, él fue un ejemplo de lucha y acción en la resolución de situaciones de desigualdad y discriminación. No te pierdas la primera edición de la Fiesta de las Palabras Rotas. No dejará indiferente a nadie.

Menuda casualidad, tras publicar esta entrada aparece este evento tan peculiar que me ha dejado muy intrigada, ha sido como un rayo de luz verde, una respuesta que el destino ha querido regalarme tras la publicación en mi blog.

Por fin ha llegado el día. Me dirijo a la plaza Nelson Mandela, un poco alejada de mi barrio, pero que en bus se llega en poco más de media hora. Al llegar me sorprendo. Allí hay un gran número de personas y veo carteles que me dan a entender que este evento ha sido organizado por una colectivo del barrio llamado “Gota a gota”, también hay una barra abarrotada, leo: «tinto a un euro, cerveza a un euro, a favor del comedor social “Nadie con hambre”». Justo en frente hay unos puestos que forman un mercadillo solidario de productos artesanales, en otra esquina de la plaza un rastrillo de libros, ropa y objetos de todo tipo. Muchas personas se conocen entre sí, se saludan, casi todos parecen pertenecer a este barrio humilde alejado del centro de la ciudad.

Tras un rato que paso observando objetos un tanto extravagantes y libros de segunda mano, una mujer joven comienza a hablar y sus palabras retumban por la megafonía instalada para el acontecimiento:

“Buenos días, muchas gracias a todos por venir a la Fiesta de las Palabras Rotas que está a punto de comenzar. Rápidamente voy a explicar en qué consiste. Como ya os pedimos, espero que muchos de vosotros hayáis venido con vuestra carta con esos problemas que os entristecen, enfadan o aquello que queréis que desaparezca.
Vamos a formar un gran círculo por toda la plaza y tiraremos nuestras cartas al aire. Cuando todas hayan caído al suelo, cogeréis una al azar y esa será la carta que leeréis, aunque no tenga remite está escrita para vosotros, Seguramente exponga una larga lista de problemas y quejas, lo único que podéis hacer es intentar resolver o mejorar uno de ellos. Si es local, habrá que actuar con una pequeña acción o incluso plantearse ser voluntario de una ONG de la ciudad, si es un problema que se nos escapa de las manos, siempre se puede ayudar con una suma económica, si es posible, o difundiendo ese problema por redes sociales o con “el boca a boca” para que otras personas también puedan luchar por la causa. Os pedimos creatividad, seguro que podéis hacer algo por alguna de las situaciones plasmadas en el papel. Después cada uno pisaréis vuestra carta para “romper las palabras” y simbólicamente romper cada problema recogido en la carta.
Así que ahora los voluntarios de la asociación “Gota a gota” irán organizando el gran círculo. Os pedimos coordinación y agilidad para pasar a la lanzada de cartas”

Me ha encantado la idea del lanzamiento de las reivindicaciones y la pisada de palabras. Por unos segundos siento los mismos nervios que al abrir el buzón y encontrar una carta, de esas que se están extinguiendo. Y por otro lado, ilusión, alguien va a leer mi entrada del blog y jamás podré saber de quién se trata. De alguna forma he sacado mis palabras del planeta virtual.

Cuando toda la plaza estaba delimitada por un círculo humano, la mujer de antes pidió silencio y preparación. Comenzó una cuenta atrás de diez segundos.
Durante un instante la plaza se tiñó de blanco, cartas voladoras que buscaban un espacio en los adoquines.

“Ahora recoged una de las cartas y recordad no vale solo con una lectura, pisarla y guardarla en un cajón. Hay que actuar, difundir, dar o donar tiempo para humanizar nuestro barrio, nuestra ciudad, nuestro país y nuestro planeta.
 Muchas gracias, nos vemos el año que viene en la segunda Fiesta de las Palabras Rotas.”

Tras esa despedida todo el mundo, niños y ancianos, adultos y jóvenes recogimos una de las tantísimas cartas sembradas en la plaza Nelson Mandela. Y antes de abrir sobres o desdoblar el papel, pisoteamos con fuerza, liberando la rabia, la tristeza y la impotencia que cada uno experimenta ante las injusticias.

Leí mi carta con detenimiento y sí, intentaré hacer algo porque de nada sirve ver el telediario y lamentarse. De nada sirve ir a tomar unas cervezas y quejarse de la política o cualquier hecho discutible y mejorable. De nada sirve sentir pena por las personas que no pasan por su mejor momento y tan solo repetirse en la cabeza: “qué mal están las cosas hoy en día”. De nada sirve reivindicarse si no actúas igual que piensas. De nada sirve escribir o comentar una situación injusta. Estos “de nada sirve” tienen una solución: servir a los demás y lo único que esperes a cambio sea la satisfacción de ser partícipe de una pequeña transformación en la vida de una persona.

El cambio llega cuando dos manos y una sonrisa deciden actuar.

Sed felices (:

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