Pongamos una balanza, a
un lado millones de euros, al otro una persona, "solo" una vida.
Hay gente que elegiría
el lado del dinero porque tiene más valor. Para mí, y mucha más gente, una vida
no tiene precio. Hay una frase que me gusta y dice así: “Se compra lo que tiene
precio. Lo que tiene valor, se conquista”.
Se habla de atentados
grandes y atentados pequeños: 10, 50, 100 muertos. Cuando dicen una muerte yo
pienso en tragedia, para mí una vida tiene muchísimo valor. Parecerá utópico,
pero defender la vida es lo más básico, una vida menos, es una historia
truncada, una familia rota, un vacío en su entorno, una oportunidad menos en
una persona que dejó de vivir.
Todos los días mueren
miles de personas injustamente por miles de razones, pero muchas son por causas
injustas y evitables por decisiones de otros. Víctimas de guerras, de
atentados, de hambre, de abortos, de enfermedades con cura pero sin vacunas ni medicamentos.
Cuántas muertes se pueden detener cada día, pero los que pueden hacer mucho
hacen poco, me gustaría darme un paseo por las instituciones europeas,
americanas, las grandes convenciones mundiales...A ver cuanto lujo y trajes
caros veo por allí, mucho dinero. Nos dicen que aunque haya objetivos del
milenio para acabar con los problemas globales, haya recursos para todos, cada
día mueren personas a costa de otras. Me niego a conformarme a que esto así y
no tiene solución, hay maneras de terminar con todo esto, pero no interesa
porque se cae el sistema surrealista e insostenible que se ha creado de Bolsas de dinero invisible con muchos ceros de cifras millonarias. Unos pocos muy ricos, una mayoría pobre.
Empresas que solo piensan en producir, vender y ganar dinero. Gobiernos movidos
por la economía y no por las personas.
Tristemente haya gente
poderosa que se vaya a la cama con la conciencia tranquila, con la idea de que
son personas de éxito, por haber logrado un sueldazo, una buena fortuna y una
vida perfecta. Para mí, las personas de éxito son las que trabajan de sol a
sol, hacen malabares para alimentar a hijos sin tener dinero ni comida, las
personas que no tienen nada pero siguen soñando fuerte y no pierden la alegría
ni las ganas de vivir. Cuanto nos queda por aprender de los más pobres. Tal vez
no tengan dinero, pero en ellos abunda amor y aunque el amor no dé de comer, da
para vivir.
Mi alma entera es un grito, y toda mi obra es el comentario sobre ese grito.
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