UN VERANO
INOLVIDABLE
Tengo 11 años, me llamo María y tengo una gran diferencia
respecto al resto de mis compañeros de clase, mi piel es de color negra, mi
madre dice que no tiene importancia el color de piel, pero para mí sí lo tiene
porque algunos niños de mi clase se meten conmigo y otros me miran despectivamente,
no me gusta ser diferente, ni siquiera sé la razón de por qué lo soy.
Entonces, un día, cuando mi madre llegó del hospital, ya que
es médica, le pregunté:
-¿Por qué mi color de piel no es como la de los demás?
-Sabía que algún día llegaría esta pregunta y es hora de decirte
la verdad: cuando tan sólo tenías un mes de vida, yo te adopté, aunque no eres
mi hija, yo te quiero como si fuese tu madre.-dijo ella con su voz tranquila.
-¿Es que mi verdadera madre no me quería?-dije yo.
-Te quería mucho, pero naciste en un país tan pobre que no
te podía mantener, ya tenías más hermanos y en Somalia la comida y el agua
escasean mucho.
-¿Y por qué yo, y no otro de mis hermanos?
-No se puede saber, pero seguramente fue porque eras una
niña. Somalia es un país subdesarrollado y hay grandes diferencias entre el
hombre y la mujer, allí las mujeres no tienen tantas oportunidades como en
España.
-¿Cómo hubiera sido mi vida en Somalia?-pregunte yo.
-Si de verdad quieres saberlo, me puedes acompañar a Somalia
este verano, yo tengo que trabajar allí durante un mes y tú podrás descubrir
como hubieses vivido, si te hubieses quedado en ese país.
-Sí-contesté rápidamente.
-Pero debes tener en cuenta que allí las cosas son muy
diferentes.-dijo mi madre.
Llegaron las vacaciones de verano, y nos fuimos a Bossaso,
una ciudad de Somalia, exactamente al campamento Askar.
Mi madre no me había dejado llevarme mis videojuegos, sólo
mi muñeca favorita y poca ropa de mi armario.
Cuando llegamos, me dejó con una mujer que trabajaba en la
misma ONG que mi madre, lo que menos me gustaba era tener que hablar en inglés
todo el tiempo, pero tengo la suerte de ir a un colegio bilingüe, la mujer me
explicó que las niñas de mi edad tenían que llevar un velo llamado hijab, y que no todas sabían hablar
inglés, porque la mayoría de ellas no iban al colegio.
Entonces me señaló a una niña que había bajo un árbol, con
un libro abierto, me animó a ir a hablar con ella. Me acerqué despacio, llevaba
un hijab azul y su piel era como la
mía.
Al principio tenía un poco de vergüenza, pero después no
parábamos de hablar, ella se llamaba Murayo, tenía los mismos años que yo y
tenía siete hermanos, ella acudía a la Escuela Primaria de Daryell, tres horas
diarias, a ese colegio iban ciento setenta alumnos y sólo veinte eran niñas,
después tenía que ir a trabajar para ayudar a sus padres, le encantaba ir al
colegio, donde aprendía árabe e inglés y de mayor quería ser maestra.
Yo le expliqué que vivía en España, que iba a un colegio
bilingüe cinco horas al día, a donde iban todos los niños y niñas, entonces
valoré la importancia de ir al colegio, siempre digo que la escuela es muy
aburrida, pero para ella era todo lo contrario. Su casa era de cartón, barro y
ramas de árboles, y no tenía juguetes, entonces le enseñé mi muñeca, le pareció
preciosa, en su cara se reflejaba el asombro, jamás había visto una igual. Su
juego favorito se llamaba Mancala,
era el ajedrez africano, me enseñó a jugar y yo le enseñe el juego del tres en
raya, me divertí mucho.
Por la noche cuando vi a mi madre, le conté que había hecho
una nueva amiga, ella se puso muy contenta y a partir de ese día quedaba con
Murayo el rato que tenía libre, bajo la sombra de aquel árbol. Pasábamos tardes
enteras hablando, jugando, y como dice mi madre intercambiando nuestras
diferentes culturas. Como ella tenía poco rato para estudiar, aprovechaba para
estudiar un poco y yo aprendí algunas palabras en árabe y le enseñe algunas en
español.
Un día me enseñó a bailar un baile tradicional llamado zar, antiguamente servía para eliminar
la posesión del espíritu y los problemas emocionales, pero realmente te hacía
olvidar por un momento los problemas del mundo: la pobreza, la desigualdad, la
guerra… Y pensar en la felicidad, un sentimiento que desgraciadamente no pueden
experimentar todos los niños del mundo.
Ese mes inolvidable pasó rápidamente, me daba mucha pena
tener que irme de allí, pero no me iría con las manos vacías, no solo pasé
grandes momentos con Murayo, también aprendí que te puedes divertir mucho sin
juguetes ni videojuegos, la importancia de una familia, la compañía, valorar lo
que se tiene, e incluso tener una casa.
La última tarde que pasé con ella, me tuve que despedir, le
dije que me encantaría volver el próximo verano, quise hacerle un regalo, le di
mi muñeca, le tenía mucho cariño, pero yo tenía muchas y ella no tenía ninguna,
el mejor regalo que ella me pudo ofrecer fue su sonrisa y su alegría
contagiosa, que jamás olvidaré.
En el viaje de vuelta a España, dije a mi madre:
-Gracias mamá, por darme la oportunidad de vivir en un país
desarrollado, no sé que hubiese sido de mí si hubiese vivido en Somalia,
rodeada de pobreza, analfabetismo, desigualdad… Estoy segura que sin este viaje
no me hubiese dado cuenta de la suerte que tengo y de que existan personas
solidarias como tú, no ha sido una experiencia cualquiera, sino lo que me ha
hecho madurar, ya no te pediré todo lo que me gusta porque recordaré a Murayo,
en su familia no tienen dinero y ni siquiera hay tiendas con espectaculares
escaparates.
Entonces, mi madre mi dio un gran abrazo y sentí que ella
era feliz completamente, al igual que yo.
Gracias por visitar mi blog. Sed felices :)
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