miércoles, 21 de noviembre de 2012

EL GLOBO MÁGICO

Os vuelvo a pedir perdón por esta larga ausencia (injustificada).
Estos últimos meses han sido muy importantes e intensos para mí, unos meses de cambios y adaptación a mi nuevo colegio, casa, ciudad, amigos...Por lo que tengo un montón de ideas y proyectos nuevos, que verán la luz en este blog. Estoy deseando que llegue navidad y poder dedicar tiempo al difícil oficio de escribir (pero no por ello menos apasionante).
Esta entrada se la quiero dedicar a mi queridísima Julicienta porque estoy deseando volver a verla (las mismas fechas que la última vez que nos vimos pero esta vez sin grapas ni cajas rojas de nestle). Tengo muchas cosas que contarte, jamás pensé que un año pasaría tan rápido, parece que fue ayer.

Aquí os dejo mi relato ganador del XXXI certamen literario “villa de Montefrío” (año 2011, primer premio):



EL GLOBO MÁGICO

Aquellas tardes espesas de invierno, donde los minutos parecían horas y las horas, días… Frente al papel blanco, con la pluma en la mano, ni una sola idea que plasmar, como si mi corazón estuviese vacío de sentimientos  y mi mente de imaginación.

Corrían tiempos inciertos, llenos de soledad, todavía no había superado las heridas que me había dejado mi feliz pasado, aquellas cicatrices no me permitían afrontar el presente, me veía solo, sin  compañía alguna, sin un trabajo estable, tan solo algunos meses en trabajos temporales no muy bien pagados, quise dejar atrás esta forma de vida y ser escritor, pero nadie dijo que fuese fácil, aquí me ves.

Pronto todo cambió, aquel día gélido de enero, decidí salir a pasear, para pensar, a observar al mundo. Vi a un niño llorar desesperado, tan solo eso me dijo algo, me gustan los niños y mucho más verlos felices, ver en su cara una gran sonrisa llena de ilusión, alegría, inocencia… Mi verdadera vocación era ser vendedor de globos, pero no unos globos cualquiera de los que tienen forma de bob esponja o Dora la exploradora, ni tampoco de los que llevan cogidos los niños en la mano ni los que van atados a los carritos de bebé, mis globos iban a ser mágicos, de todos los colores alegres que te puedas imaginar, en la cuerda del globo iría un deseo y luego echaríamos el globo a volar y así el deseo se cumpliría, pero solo había una norma, los deseos no podían estar relacionados con juguetes ni ninguna otra cosa material, debía ser un deseo de corazón que se desease de verdad, relacionado con personas y con cosas bonitas.

En un par de meses me vi trabajando en la calle entre dos árboles en un gran paseo de mi ciudad, los niños se acercaban con sus padres y  escribíamos el deseo sin que el papá o la mamá se enterasen yo era una especie de confidente de deseos ya que si los deseos se cuentan no se cumplen, alguien tenía que escribirlos, ya que ellos no sabían muy bien. No recuerdo todos los deseos pero si muchos, algunos estaban relacionados con los hermanitos que iban a tener o los que les gustaría tener, sobre algún familiar enfermo que tenían en el hospital u otros parecidos, a todos los niños le decía lo mismo que si su deseo se cumplía tenían que venir a contármelo para a si poder compartir juntos la alegría.

Un bonito y agradable día de primavera, se acercó una niña muy espabilada, que tendría unos cuatro años, venía junto con un hombre joven y trajeado, que parecía haber comprado el globo un poco resignado, con aires de mal humor, recibió una llamada de teléfono y se alejó un poco de nosotros, entonces Estela, que así se llamaba la niña me dijo al oído su deseo:
“Quiero encontrar a mi papá de verdad, cueste lo que cueste.”
Palidecí ligeramente y le pregunté porque pensaba eso, ella me contestó:
-Bueno, la verdad es fácil de saber porque mi papá quiere más a mi hermanito que a mí y cuando le pregunté a mi mamá que si él era mi papá de verdad se puso tan blanca como te has puesto tú ahora mismo.
Esbocé una tímida sonrisa, esa niña no tenía ni un pelo de tonta, hasta el momento había sido la única niña que había conseguido sorprenderme, tocarme un poquito el corazón y a la vez sonrojarme. Ella misma me cambió rápidamente de tema, y me preguntó:
-Y los globos que se echan al cielo con un deseo, ¿ a dónde van?
Ahora más que nunca, sacando mis de dotes de escritor frustrado, improvisé una respuesta que me quedó bastante bien:
-Pues, no todos los adultos ni los niños saben esta historia, pero la verdad es que es muy bonita: los globos vuelan en el aire , el viento los lleva a una estrella no muy lejana pero que por las noches no se puede ver, tan solo se ve en las zonas polares, en el polo norte y sur en los meses que hace mucho frío y es preciosa, el cielo se llena de colores, imagínate, de todos los colores  de los globos que hay allí, esto se llama Aurora Boreal, yo no tengo ninguna foto pero seguro que alguien te podrá enseñar alguna.
La niña sonrío ilusionada, esa mirada que adoraba de los niños.

Antes de que se fuese le dije:
-Sigue investigando, Estela, pero sobretodo no pierdas la fe, si algún día  tu deseo se cumple prométeme que vendrás a contármelo.
-Te lo prometo, vendedor de globos.
Su “padre” le cogió bruscamente de la mano y comenzó a andar rápidamente, Estela me siguió con la mirada, sonriéndome y diciéndome adiós con la mano.
Aquella niña me hizo pensar, recordar mi pasado con Esther, la persona con la que era feliz hasta que un día me dijo: “Me enamorado de otro”, jamás pensé que cuatro palabras pudiesen destrozarme por dentro, echar a perder un matrimonio, todo un camino hacia la felicidad y en ese momento el presente y todo lo que venía, aún no lo he superado, por el hecho de saber que estaba embarazada, pero no sé si de mí o del “otro”, de todas formas aunque tuviese por ahí un hijo/a que ni siquiera me conoce, ¿quién querría tener un padre vendedor de globos?. Además, el mundo es demasiado grande como para que se encuentren un padre y un hijo y en caso de cruzarse por la calle, ninguno de los dos se reconocerían, no creo en las coincidencias ni mucho menos en el dicho: “El mundo es un pañuelo”.

Los días transcurrían y seguía vendiendo globos, que enviábamos a aquella estrella no muy lejana que producía la Aurora Boreal, de vez en cuando venía algún niño y me decía que su deseo se había cumplido, entonces yo me ponía tan feliz como él, de esos deseos cumplidos dependía mi felicidad, por el simple hecho de ver a un niño feliz. Pero entre todos esos niños que venían a compartir conmigo su gran noticia, nunca era Estela, estaba seguro que ya no tendría problemas con su padre y eso que pensaba tan solo era cosas de niños, que aquella niña no viniese significaba que volvía a ser feliz y que aquel hombre era su verdadero padre.

Mi manera de pensar dio un cambio radical cuando a la distancia vi a una niña cogida de la mano de una mujer, primero reconocí a Estela y después a la mujer, era Esther.
Me dio un vuelco al corazón y me faltaba el aire. Estela corrió hacía a mí, me dio una fotografía de la Aurora Boreal e inmediatamente me dio un abrazo, que inevitablemente produjo aquella lágrima de la felicidad encontrada.
Gracias por visitar mi blog. Sed felices. (:


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